viernes, 28 de agosto de 2009

Desertificación vs Turismo

Esta mañana mientras desayunaba he estado viendo un reportaje en la televisión alemana que me ha hecho reflexionar. El documental trata sobre el proceso de desertificación en Europa y tenía dos testigos principales, España e Islandia.
No es el primer testimonio que veo/leo al respecto, pero es uno de los que más me han hecho razonar acerca de las causas y de nuestra conducta. Tal vez porque estaba en alemán y realizado desde un punto de vista externo me ha hecho darme cuenta de la poca atención que el tema tiene entre los españoles. Y con poca atención no quiero decir que haya pocos españoles concienciados del efecto desastroso, sino que son un porcentaje escaso frente a lo que es necesario.

El reportaje tampoco mostraba imagenes increibles o testimonios estremecedores, era a la manera alemana muy objetivo y claro. Entrevistas con agricultores de la zona que cada año ven como sus cosechas de frutales disminuyen por la sequía y se ven obligados a arrancar sus melocotoneros. Caudales de rios secos por los que hace 20 años cirulaba agua y explicaciones de expertos (españoles) mostrando las consecuencias de la desertificación y el crecimiento exponencial de la situación a no ser que se tomen medidas claves.

El que no supiera estas cosas ya es que vive en otro mundo. Pero creo que lo más chocante ha sido en análisis paralelo con el caso de Islandia. Esa pequeña isla volcánica famosa por sus paisajes de géiseres y praderas verdes también se ve amenazada desde hace tiempo por un desierto. No es un desierto como el del sáhara o el nuestro, puesto que hay abundancia de agua, pero las extremas temperaturas y la sobre explotación de la tierra por el pastoreo habían acabado con la escasa capa de suelo fértil que cubría gran parte de la isla. Los islandeses se dieron cuenta a tiempo y comenzaron una lucha árdua contra la erosión, el viento y las tormentas. Y poco a poco lo van consiguiendo. Uno de los testimonios decía que saben que van a ganar la lucha contra el desierto, pero lo que les preocupa es hacerlo cuanto antes. Los granjeros se ocupan ahora de cuidar parte de las tierras de pastoreo y mueven sus animales siguiendo pautas no abrasivas para el terreno. Son expertos ecologistas y su productividad se ha recuperado. De hecho le estan ganando terreno a las zonas que ya habían perdido por completo y con los años la vegetación vuelve a surgir en tierras áridas. Los jóvenes estudiantes emplean sus vacaciones en plantar especies de plantas que refuercen el aún frágil ecosistema que están construyendo.

Ahora, después de leer este párrafo, pensemos en qué hacemos los españoles al respecto. Tengo la suerte de vivir en una de las zonas de España más ricas en agua, Burgos, pero incluso en la provincia según bajamos al sur podemos apreciar que la aridez se acrecenta. Nunca he estado en Extremadura y escasas veces en Andalucía (salvo en las ciudades culturales) pero me puedo imaginar el estado de la tierra. Murcia es otro ejemplo y en todas estas zonas se producen los mismos abusos. Desde hace unos 40 años se ha venido constuyendo urbanizaciones a lo largo de toda la costa e interior española. Urbanizaciones que requieren muchísima agua, junto con instalaciones como campos de golf que son un directamente un desastre ecológico. Las urbanizaciones han copado la compra de agua que anteriormente estaría destinada a agricultura por lo que los agricultores han sido los primeros afectados por el crecimiento de la sequía y son incapces de competir en precios por el agua que las instalaciones turísticas pagan.

Es cierto que España vive del turismo, pero a costa de éste estamos dejando que nuesto país se abrase y se convierta en pedregosos secarrales que no tardarán en convertirse en desierto puro. Y puesto que el sector del turismo requiere de tanta mano de obra, todos los recursos humanos se derivan a éste olvidandose de las zonas rurales y sus problemas. El precio es simplemente demasiado alto. Los beneficios que el turismo aporta a empresarios, constructores y trabajadores no pueden ser mantenidos indefinidamente cuando todos sabemos que el turismo sigue pautas migratorias según nuevos y exóticos destinos ofrecen los mismos servicios a precios más baratos (ahí tenemos la competencia que ofrece ahora Croacia).

Por otra parte la desertificación también afecta en última estancia a las zonas urbanizadas, el calor y la sequedad se vuelven en cierto momento inaguantables y los cortes de agua se suceden. La lucha contra la desertificación por lo tanto no es un mero tema de medioambiente del que cuatro chalados ecologistas deban preocuparse. Si no aseguramos el ecosistema corremos el riesgo de que en escasas decenas de años la mitad de España se haya convertido en la versión europea del Sahara, y que yo sepa el desierto del Sahara tiene muchos menos visitantes y turistas que el País Vasco, por poner un ejemplo.

Cuando pienso en soluciones al tema veo que es mucho más complicado de lo que yo o las personas ya concienciadas podemos hacer. Creo que sin duda las medidas deberían ser tomadas desde el gobierno y ser impuestas si es necesario a la fuerza teniendo en cuenta los beneficios que un desarrollo ecológico sostenible proporcionaría a España y sin perder los intereses turísticos que ya tenemos (al contrario, asegurando que vayan a poder ser mantenidos). Creo que debería haber algún tipo de ley por la cual los constructores, residentes de urbanizaciones y compañias turísticas, centros de golf, etc. destinaran parte de sus beneficios a proyectos ecológicos. A la recuperación y prevención de zonas deserticas en España. De tal forma que por ejemplo, por cada hectarea construida se garantizara una hectárea de vegetación autóctona.

Otros proyectos considerarían la economización máxima del agua para fines agrícolas. Uno de las propuestas que el documental mostraba es un sistema de invernaderos que reciblaba hasta un 90% del agua que necesitaba de tal forma que se convertía prácitamente en un sistema independiente con una mínima necesidad que se podía suplir con las precipitaciones naturales. Pero como señalaban el sistema no era rentable en España donde el precio del agua es tan barato (todavía). Si tanto el Estado, como el sector privado (obligado por ley) invirtieran en este tipo de nuevas tecnologías agrícolas la producción se estabilizaría. Ni que decir tiene los puestos de trabajos que investigación, montaje, cuidado y mano de obra generarían.

Y por último esta la necesidad de concienciación. Todos sabemos que el agua es un bien escaso y al menos yo, he sido educado que no hay que despilfarrarla, pero no sabemos hasta qué punto es urgente esta necesidad. Y al final los jóvenes sólo ven las posibilidades de las zonas turísticas, fiestas, etc. Siempre hemos sido un país donde la fiesta, el vino y la danza se han apreciado, pero no fuimos la mayor potencia mundial por eso, sino por nuestra capacidad de sacrificio, trabajo y valentía. Ahora deberíamos utilizar estos atributos de los que tan orgullosos nos sentimos para asegurar que nuestra tierra siga siendo tan bella para los que nos sigan.

Para cerrar la entrada os voy a recomendar mi libro favorito. "Dune" de Frank Herbert. En realidad es una serie de novelas de ciencia ficción (la mejor de todos los tiempos), pero cuando salió por primera vez a finales de los 60 fue catalogada como epopeya ecológica. Y lo es, un planeta desierto y un pueblo entregado en cuerpo y alma a la lucha contra este desierto hasta tal punto que toda su cultura gira en torno al ahorro y reciclado del bien más preciado, el agua.